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domingo, 29 de mayo de 2011

Orgia en la playa

Este verano mi marido y yo estábamos disfrutando tranquilamente de las vacaciones y además de la playa y las visitas turísticas por los alrededores de la zona disfrutábamos de lo lindo en cualquier lugar de nuestros cuerpos. Después de tantas emociones no necesitábamos de nadie más o eso parecía.
En el hotel a últimos de mes hubo una especie de revolución y si hasta entonces todo estaba en calma, la llegada de un grupo de jóvenes alemanes lo alteraron todo. Eran trece, ocho chicos y cinco chicas. Apenas un par de ellos hablaban en español, pero no lo necesitaban mucho. A todas horas tenían ganas de juerga, bebiendo cerveza, haciendo juegos, bromas y todo tipo de actividades.
Lo mejor era que pese a que eran un grupo no se cerraban a los demás y fueron enganchando a más gente del hotel para reunirse con ellos. A los tres días de estar en el hotel su pandilla se había aumentado, con gente desde los 17 a los 46 años. Javier y yo incluidos, por supuesto. Nos integramos con mucha facilidad y nuestras tranquilas vacaciones cambiaron por completo. A todos nos decían que sólo tenían una semana y que querían aprovecharla. Ya no salíamos de la ciudad y nos íbamos todas las tardes con ellos a una pequeña cala, a beber, nadar, bailar, fumar y reírnos.
Así que llegó el último día para ellos y formamos una especie de bacanal, con un radiocasete con la música a tope y más bebidas que nunca, con una especie de bailes rituales muy divertidos de despedida en torno a la hoguera y nos fuimos desprendiendo de prejuicios. Antes de la media tarde, muchas chicas se despojaron de la parte de arriba de sus bikinis, sobre todo al principio las alemanas, más desinhibidas que nosotras las españolas. Y era muy divertido y excitante comprobar las erecciones bajo los bañadores de nuestros compañeros, que mientras jugaban al voley o al fútbol no apartaban ojo de ellas.
Los chicos fueron pidiendo más destapes, formábamos pequeños grupos y al final acabábamos viendo escenas como chicas jugando al voley completamente desnudas (hay fotos que lo comprueban), chicos masturbándose al verlas, parejas de desconocidos follando en el agua o incluso en las toallas siendo observados por los demás, sin cortarse por las fotos o las grabaciones con alguna cámara de vídeo, juegos eróticos en los que las parejas preestablecidas se deshacían y se enrollaban con otros... Al principio lo miraba escondida debajo de mis gafas de sol, pero luego comprendí que a nadie le importaba ser mirado, así que me las subí sobre mi pelo.
Era muy excitante, por ejemplo, ver a Javi enrollarse con alguna rubia. A veces sentía celos (sobre todo al principio, al ver que él se había desatado mucho antes que yo), otras veces me sorprendía de que no se negase ni a la rubia con las tetas caídas hasta la tripa, acabé disfrutando viendo cómo llegó a dejarse masturbar por una pelirroja más o menos escondido en un seto mirándome con una expresión de sentirse culpable hasta que me vio reír y supo que no le importaba que le hubiera pillado...
Hasta ahí fue cuando estuve pendiente de Javi. Porque tres chicos se acercaron a mí y a tres amigas que estábamos bebiendo y charlando sin dejar de observarlo todo. Eran muy simpáticos. Dos eran alemanes y uno andaluz. Éste nos decía que si no estábamos demasiado abrigadas: yo estaba con un bikini mínimo, de tirantes finos ajustados con un nudo por mi cuello, con dos triángulos amarillos que no me tapaban los pechos lateralmente, aunque cubriendo mis pezones. Y una braga amarilla de cintura baja también con tiras blancas por los lados que se ajustaban espléndidamente a mis glúteos y a mi entrepierna.
El chico era muy gracioso y bromeaba aprovechándose del mal manejo de nuestro idioma de los alemanes. Bebíamos y poco a poco mis amigas se fueron alejando o formando sus corrillos a mi lado. El andaluz después de matarme a carcajadas me dijo con todo el desparpajo del mundo que les enseñara los pechos, que ya habían disfrutado de mi pelo oscuro, de mi risa salerosa y de mis ojazos negros, que si tenía algún pezón deforme porque le parecía mi cuerpo formidable y no sabía por qué no lo enseñaba. Me decía: "venga, enséñale a la cámara tus pechos" (uno de los alemanes me estaba enfocando).
Le seguí el juego y en el mismo tono de broma le dije que si estaba preparado. Me tomé los pechos por encima del bikini y aparté los triangulitos haciéndolos a un lado mirando pícaramente a la cámara. Oí también un clic de una cámara de fotos y era un amigo que habíamos hecho, uno de los "abuelos" del grupo, de más de 40 años, casado, agradable y con tres hijos. Aún así no me corté, ni siquiera al ver su erección y su sonrisa. Al parecer estaba tomando todas las fotos que podía. Pero no me distraje más con él porque el andaluz me había puesto sus manos en mis pechos. Los palpaba como si no se lo creyese y no paraba de repetirme lo maravillosos que eran, redonditos, algo separados, con unos pezones marrones y claros, con las puntitas redondas y puntiagudas.
Acabó devorándomelos mientras el alemán no dejaba de grabar y de masturbarse, ya con el bañador en sus rodillas. Yo no iba a quedarme quieta, así que tiré el cigarro que sostenía y busqué la polla de aquel andaluz por debajo de su bañador. Lo masturbaba como podía porque el tipo estaba loco con mis pechos. Mmm... Me estaba haciendo disfrutar sólo con eso y con saber que me estaban grabando y cascándose una paja mirándome. Alguien me besó en el cuello por detrás y me aproximó su verga a mi braga. Y el otro alemán por un lado me metió la mano por un lado de la braga, apartándomela y buscando mi vagina. Aquello hizo que me corriese, y eso que el alemán no había llegado a meterme el dedo en el coño.
Tenía cuatro manos en mis pechos, la lengua del andaluz entrelazándose con la mía, una verga chocándose con mi braga y mis muslos por detrás, unos dedos jugando en mis entrañas. El andaluz se hizo a un lado sin dejar mi boca ni mis pechos y el alemán pudo bajarme las bragas y meterme su lengua dentro de mí. El de atrás (que era aquel amigo cuarentón por algunos piropos obscenos que me dedicaba y porque su tripa también destacaba) acomodó su gran aparato ahora entre mis nalgas, aunque sin pugnar aún por atravesar mi agujero porque le era imposible.
El alemán consiguió que me corriera otra vez. Hubo una pequeña disputa por follarme, pero al final mi amigo el cuarentón hizo valer su edad para agacharme y encularme. Fui notando su enorme verga entrando en mi recto y debía de estar tan mojada que no me dolió demasiado cuando su glande perforó mi entrada. Se agarraba a mi cintura y mientras los otros dos se bajaron sus bañadores y me mostraron sus vergas. No dudé en acariciarlas y metérmelas alternativamente en la boca. El alemán estaba más salido que el andaluz y se corrió al poco. También era más joven y había estado ocupado de mi coño. Su leche fue abundante y se me derramó en parte de la boca. Así que la polla del andaluz (tamaño normal) tuvo la suerte de que me la tragara casi por completo al ritmo de las embestidas de mi enculador, que se había dejado de miramientos y estaba partiéndome en dos, follándome hasta el fondo, hasta chocar sus testículos en mi culo.
Eso sí, no tardó más de un minuto el cuarentón dentro de mi recto. Un calor viscoso llenó mi agujero y cuando salió su polla el semen salió disparado de la presión. Antes de que el andaluz se viniera, el alemán de la cámara tomó el sitio del cuarentón y me enculó de un golpe. Por suerte el semen que me quedaba hizo de lubricante y pude contener más el dolor. También ayudó que la corrida del andaluz me distrajese un poco. El otro alemán tampoco duró demasiado y salió de mi culo dolorido, enrojecido y saturado de semen.
Los dos españoles siguieron acariciándome mientras que los alemanes se fueron a buscar otra presa. Me decían lo guarra que era y el cuarentón, Alonso, me decía que mi marido tenía mucha suerte de tener ese culo tan dilatado para él. No le importaba besarme en la boca, quizá un poco sorprendido de que no me negase. Era un hombre bastante peludo y su polla incluso en reposo era considerable. Aunque el resto de su cuerpo era antiestético, no podía dejar de acariciarle la verga y el glande para que volviese a reaccionar.
Nos sentamos y me puse de rodillas para hacerle una mamada a Alonso. Mientras, Paco, el andaluz, se hizo con mi culo y lo levantó en pompa porque él ya se había recuperado. Ya estaba cansada de que me dieran tanto por culo, pero estaba demasiado centrada en aquella vergota adormilada. Por suerte Paco fue más considerado y fue introduciendo su polla poco a poco, disfrutando de la presión que le estimulaba y diciéndome maravillas de mi ano.
También Alonso estaba disfrutando de la mamada y su verga volvió a su apogeo. Gorda, grande, algo torcida, con el capullo esplendoroso. Quería que Paco terminara pronto para poder cabalgarle. Y Paco no tardó, pero unas manos frías me sujetaron por las caderas y me impidieron echarme sobre él. Me di la vuelta y vi a un jovencito alemán, lleno de granos, pecoso y rubio, delgado, con un palo alargado pero de poco grosor que me enculaba de un golpe con todo descaro. Alonso me torció la boca y me llevó de nuevo a su polla y no pude protestar. Por suerte aquel crío se corrió nada más metérmela y me di prisa en dejar mi culo en pompa.
Tenía el culo muy dolorido, pero me había propuesto follarme aquella polla madurita y grande. Todavía mi vagina no había probado verga alguna y pese a lo mojada que estaba me costó bastante irme sentando sobre aquella barra de carne, aunque conseguí que me ocupara por completo. Al principio le cabalgué con lentitud, dando círculos, disfrutando del placer que me estaba invadiendo y olvidándome del dolor de mi ano, pero fui aumentando de rapidez conforme me acercaba a otro orgasmo. Y me corrí y aún él no había terminado. Era lento para entrar en acción, pero luego se veía que no desaprovechaba su erección. Me despegué de él, pero me tumbó y me levantó un muslo y me penetró pese a lo cansada y satisfecha que estaba. Notaba su piel en mi carne aún temblorosa, sus gemidos, sus esfuerzos, las ganas con que arreciaba según iba acercándose a eyacular. Le pedí que se derramase en mi vientre y él, gentilmente, lo hizo.
Ya había anochecido y estaba reventada. Por suerte cada cual estaba por un lado y no había ningún tío cerca de mí. Le pedí a Alonso que no se alejara de mí para buscar la braga de mi bikini y para que me acompañara al hotel, pues aunque casi todos estaban en medio de su faena o tumbados durmiendo plácidamente desnudos en las toallas, yo no quería levantarme con resaca y recordando lo que había pasado. Alonso me dijo que perfecto, que así buscaba su bañador. Yo tuve más suerte que él y estaba a nuestro lado, pero él tuvo que ponerse un bañador ajeno al no encontrar el suyo, aunque eso sí, la cámara estaba allí.
A pesar del cansancio y de encontrarme sucia, le invité a pasar a mi habitación. Se había portado muy bien conmigo. Javier aún no había llegado. Ya más calmados hablamos un rato y le pregunté por su mujer y sus hijos y me dijo que estaban fuera este fin de semana para ver a sus abuelos. Era muy agradable y educado y sin darnos cuenta ya eran las tres de la madrugada. Me propuso darnos un baño y llenos de espuma volvimos a enrollarnos, aunque no quiso penetrarme. Me confesó que últimamente había tenido problemas de erección porque había estado tomando una medicación. Pero sus caricias y sus besos y mi cansancio me satisfacían lo suficiente.
Estaba tan destrozada que cuando recuperé la conciencia estaba la luz del sol en mi cara, acurrucada contra él, que me miraba y me acariciaba el pelo. Me tomó de la mano y me hizo ver que estaba empalmado. Antes de cabalgarle le enfundé un preservativo ahora que estaba más lúcida y me eché sobre ese cuerpo que de día me pareció incluso más lamentable que ayer. Aún así, volvimos a hacer el amor.
Cuando estaba duchándose y yo me vestía, llegó Javier, con evidentes síntomas de cansancio y de resaca. Oyó el ruido de la ducha y a Alonso cantando y supo lo que había pasado. No podía reprocharme nada porque a él le había pasado algo similar. Luego la situación no fue tan embarazosa cuando salió Alonso con su toalla y vio a Javier porque él era muy correcto y sus disculpas eran innecesarias. Nos pidió no perder el contacto y nos intercambiamos teléfonos. Algunos días después, de nuevo vueltos a la calma, yo le conté lo que había hecho y él sus aventuras. Por suerte para ambos la aventura no nos costó ningún disgusto, ni enfermedad ninguna ni embarazo para mí y podemos recordar esta aventura veraniega como algo irrepetible.
 

Orgia en la PLaya de Mijas Costa

Habíamos estado toda la tarde en la playa con algunos amigos y llegando la tardecita nos retirábamos de la playa. Yo como vestimenta me había atado un pareo de gasa a la cadera y encima otro pareo de gasa que permitía si se fijaban bien, ver mis senos y mis partes más íntimas ya que me había quitado la malla de baño.
Antes de retirarnos decidimos caminar un poco por las dunas y unos chicos nos siguieron... nos alejamos bastante de los demás y los chicos seguían detrás nuestro.
En un momento nos alcanzan y me dicen que estoy muy linda y que les ha encantado verme toda la tarde con mi micro tanga en la playa y que les gustaría tocar mi cuerpo.
La osadía había sido bastante, considerando que mi esposo es un hombre muy grande y fuerte por lo que enfrentar a los chicos no hubiese sido problema.
Pero me gustó la actitud y riendo les dije que qué ganaban con tocarme solamente.
Entonces uno de ellos me dijo que de repente me tocaban un poco y yo me excitaba y luego todos ellos y mi esposo podrían disfrutarme.
Y que también yo podría disfrutar de ellos. Apenas dijeron esto se quitan las bermudas y me presentan una hermosa colección de duras e inmensas pijas, bastante grandes para lo que eran los chicos.
Lo miro a mi esposo y éste me mira como diciendo "si tu quieres".
Caminos despacio hasta ellos y entienden que estoy dispuesta a ser objeto de sus deseos. Mis gasas desaparecen de inmediato y muchas manos recorren todos mis rincones. Mis pezones se ponen duros al instante y siento como la humedad va lubricando mi concha. Varios dedos se introducen en mi concha y otros buscan mi culito.
Me sentía muy excitada y quería realmente hacerme coger por esos chicos, por lo que me agacho y me llevo a la boca una de las hermosas pijas que me ofrecían.
Me colocan hincada de rodillas y levantan mi cola de manera que pueden apreciar mi culo y mi concha totalmente depilada. Una lengua se hace cargo de mi culo y pronto estoy desesperada por tenerlo lleno de pija.
Mi esposo que estaba controlando toda la situación le da un preservativo a uno de los chicos y les dice que se deslice debajo mío y me la ponga en la concha.
Se desliza y me la pone en la concha y en ese momento comienzo a tener un orgasmo tan largo y fuerte que me hace llorar de placer.
Apenas termina mi orgasmo cuando siento que una enorme pija se mete en mi culo con mucha fuerza y comienza a bombear mi culo con mucha velocidad, lo que provoca en mi el segundo orgasmo de la tarde en el mismo momento que mi boca era llenada de espeso esperma. Trago un poco pero la mayor parte cae a la arena.
El culo me dolía horrores ya que la pija que había entrado en él era muy gruesa, pero me estaba gustando mucho la forma en que me cojían por lo que con la boca llena de semen les pido que me cojan fuerte, que me destrocen, que me llenen de pija.
Noto que el chico que me estaba sodomizando se estaba por acabar por lo que comencé a apretar y aflojar mi culo en forma rítmica provocando que el muchacho se acabara en forma bestial. Cuando me la está sacando del culo siento que se acaba el que estaba en mi concha y me aprieto contra él, quedándome quieta para que pudiese acabar a gusto.
Me sentía en las nubes ya que mi culo fue llenado por otra pija y lentamente se movía dentro mío al principio, para luego hacerlo violentamente. El culo me dolía bastante por lo que le pedí que me la sacara y me la pusiera en la concha. En ese momento otro chico se había deslizado debajo mío y me la había puesto en la concha. Por eso el muchacho que me sodomizaba me dice que ya está ocupada y yo le digo que entran dos. Haciendo bastante fuerza logra meterla y yo al sentirme totalmente llena me comienzo a acabar en forma repetida hasta que ambos se acaban y me dejan tirada boca para arriba en la arena, cansada y totalmente satisfecha.
Mi esposo les da una tarjeta para que nos llamen cuando quieran...

sábado, 14 de mayo de 2011

Comprando bragas


Cuando caminaba por las galerías de tiendas del Jirón de la Unión veía que muchas de ellas ya estaban cerrando sus puertas debido a la hora, así que me apresuré en buscar una donde vendieran ropa interior femenina, los hombres
me lanzaban algunos piropos obscenos mientras pasaba, creo que era debido a que estaba con una falda corta color café de vuelo, pero ni modo que me pusiera pantalón ya que soy secretaria de gerencia en una importante empresa
y no podía correr ya que mi senos hubieran empezado a bambolearse y ya me imagino el calibre de los piropos.

Al final de la calle vi una tienda grande que aún tenia la puerta abierta y entré rápidamente. En el mostrador había un par de dulces viejecitos como de 70 años, uno de ellos me dijo en que me podía atender mientras vi que el
otro se dirigía con una cierta cojera a cerrar la puerta, el del mostrador me dijo que solo iba a juntar la puerta para que no entrara mas gente. Pensé, que puede pasar con estos viejillos? y le pedí que me mostrara unas bragas y un sujetador transparentes, el viejito me dijo que se me veía cansada y me sirvió una copita de oporto, la cual tomé de un sorbo.

Me dio las bragas y el sujetador y me indico donde estaba el probador, era un cubiculo que tenia un espejo de cuerpo entero una silla transparente para sentarse y una cortina, la cual cerré bien para que no me vayan a espiar.

Cuando empecé a quitarme la ropa, comencé a sentir que la cabeza me daba un poco de vueltas, supuse que era el oporto que me habían invitado, un poco adormecida y con unos calores que no sé de donde venían, me quite la ropa
interior que tenia y me puse la que iba a comprar, en eso entro uno de los viejitos donde yo estaba y me pregunto si me quedaba bien o si quería una talla mas grande, le dije que no se preocupara, que yo le avisaba y el me
dijo, de ninguna manera hijita, aquí las clientas siempre salen satisfechas con su compra.

Yo no atinaba a nada por el mareo y el viejito toco mi chochito metiendo su mano entre mis piernas, y me dijo creo que está un poquito peque, tu que piensas Rubén? Y el otro viejo entró como una centella en el probador sin
mostrar la cojera que vi en un principio. El primero me dijo a ver siéntate preciosa para ver si estas cómoda y el viejito Rubén ya se había metido debajo del asiento transparente para ver debajo. En este punto yo solo
obedecía ordenes sin chistar y me daba excitación que alguien me mirara desde abajo con las piernas separadas como las tenia, así que el que había entrado primero me saco el sujetador dejando libres mi senos, cuando veo que
el viejito que estaba debajo de la silla se incorpora y abre la cremallera de su pantalón y deja salir su palo, quien iba a pensar que a esa edad se les podía parar de esa manera y vaya tranca que tenia, se puso delante de mí y
lo metió a mi boca y con la calentura que tenia empecé a chupárselo sintiendo un placer que no pensaba tener esa tarde, el otro sin demora se puso detrás de mí mientras me masajeaba las tetas, llenando sus manos con ellas.

Luego de un rato de estar chupandosela al viejito Rubén, exploto un torrente de leche en mi cara, la cual procedí a lamer y engullírmela toda, estaba excitada y quería que me penetren, me puse de pie y un par de manos me bajaron las braguitas que tenia puesta dejando mi cuerpo desnudo delante de esos dos viejitos depravados, me coloque en el suelo en cuatro patas y el primer viejito se saco su pichulota y me la metió en mi chucha que ya estaba bien lubricada, me empezó a bombear mientras Rubén se ponía delante para que se la chupe y su pinga logre la erección de hace un momento, así uno me
bombeaba y con mi mano izquierda masturbaba a Rubén mientras le daba una buena mamada.

Luego el primer viejito me lamía el ano y con su dedo dilataba mi esfínter, así que ya presagiaba una penetración por detrás, efectivamente se sentó en la silla y yo me senté en su tranca ayudada por Rubén, ensartada así me
recline sobre el primero mientras me comía por el ano y el viejito Rubén se echo encima de mí metiendo su pichula por mi chocha, prácticamente habíamos echo un sándwich. Los tres sudorosos nos movíamos rítmicamente hasta que sentí dos ríos de
leche que me inundaban, uno por el ano y el otro por mi chucha. Quedamos quietos, transpirando y agitados, perdí la cuenta de cuantos orgasmos había tenido.

Luego me ayudaron a vestirme y me despidieron con una bolsa llena de ropa interior, haciéndome prometer que vendría a visitarlos otra vez y creo que si voy a cumplir mi promesa.